sábado, noviembre 19, 2016

Jennifer Hoffman - PON UN POCO DE YO EN TU SER - 7 de Noviembre 2016



Traducción: Rosa García
Difusión: El Manantial del Caduceo en la Era del Ahora
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Siempre que escucho la palabra egoísta, recuerdo la voz de mi madre diciéndome: “No seas egoísta” cuando no quería compartir algo. Al ser la hija mayor y también la mayor de mis primos, mi familia esperaba que estuviera dispuesta en todo momento a compartir mis cosas con todos, tanto si quería como si no. Consideraban egoísta que no estuviese dispuesta a permitir que cualquiera pudiera tomar alguna de mis pertenencias siempre que quisiera. Una creencia que no comparto en absoluto. Existe una enorme diferencia entre ser egoísta (quedarse con todo y que los demás no obtengan nada) y ser ego-ista, que consiste en hacer de nuestras necesidades una prioridad. Este debe ser nuestro punto de atención ahora. La alegría nos llega cuando pedimos “lo que me hace feliz” y “lo que sea mejor para mi”, para lo cual debemos estar dispuestos a ser ego-istas e incluir a nuestro “yo” en nuestro ser.

No podemos sentirnos cómodos en ningún colectivo si no somos ego-istas, porque sin egoísmo, sin tener conciencia de nuestro ser ni de nuestras necesidades, no podemos tener límites. Y los límites nos permiten gestionar los flujos de energía que entran y salen de nuestras realidades. Ellos aseguran nuestra estabilidad energética y sientan las bases para que la alegría y otras energías que deseamos puedan llegar a nuestras vidas. Sin límites, corremos el riesgo de desperdiciar nuestra energía y de ceder nuestro poder. La clave consiste en encontrar el equilibrio que nos permita conservar nuestra energía individual basada en la alegría, al tiempo que compartimos y participamos en la energía del colectivo.
Ser ego-ista supone un delicado equilibrio que es a la vez inclusivo y exclusivo, y encontramos la piedra angular o punto medio cuando vibramos en nuestra frecuencia energética óptima. Dicha frecuencia determina qué personas pueden acercarse a nosotros (porque sentimos la necesidad de incluirlas en nuestro entorno), y cuáles se excluyen a sí mismas porque no pueden sentirnos ni conectar con nosotros. Todos son bienvenidos a nuestro lado si pueden pagar el precio energético de admisión, que podría ser “Ámame, hónrame y respétame”. Siempre que mantengamos la atención en el “yo” podremos ser ego-istas de manera inclusiva, confiando en que la alegría y otras energías que deseamos formen parte de nuestras realidades.
Si utilizáramos otras expresiones en lugar de ego-ista, como auto-consciente, estar centrado en uno mismo o cuidar de uno mismo, no las asociaríamos con el significado negativo que entrañaba para nuestras madres (que nos hacía creer que debíamos compartir nuestra energía y nuestro poder con todo aquel que pareciera necesitarlo). Ser ego-ista significa tan sólo que en cada elección y cada interacción somos conscientes de nuestras necesidades y las anteponemos a cualquier otra cosa o persona, sin dudar de nuestra valía.
Nuestro camino espiritual es tanto ego-ista como desinteresado; lo incluimos todo, pero excluimos las energías en las que no deseamos participar. Esta perspectiva también nos libera del paradigma del Sanador Mártir (cuando sentimos la necesidad de sanar las heridas de todos y nos negamos la alegría que tanto nos esforzamos en proporcionar a otros). Incluir al “yo” en nuestro Ser nutre nuestra alma con la alegría que tanto anhela, al tiempo que nos empodera para expandir nuestra realidad y explorar la totalidad de nuestro potencial y nuestras posibilidades. Y, cuando vibramos en la frecuencia de la dicha, nos convertimos en un ejemplo para todos de energía empoderada y alegre. De esta manera, creamos un portal para que todo el colectivo pueda experimentar esa energía.
En un momento en que las energías son tan caóticas y dispersas, centrarnos en nuestra alegría, en la paz de nuestra mente y nuestro corazón, en el amor, y en las frecuencias y los resultados más elevados, nos permitirá afianzar firmemente esas energías en nuestras realidades. Ya no podemos ajustar nuestra realidad a las necesidades de los demás: la sensación ahora es demasiado agobiante. Tampoco podemos esperar hasta que averigüen qué quieren realmente; eso tendrán que descubrirlo por sí mismos. Muchas de los pasos que estamos dando nos desafían a ser más ego-istas, lo cual significa tan sólo que procuremos llegar a un estado de alegría, de manera que nuestra luz pueda brillar con la fuerza que tanto el mundo como nosotros necesitamos en estos tiempos.
Incluir al “yo” en nuestro ser nos recuerda que, cuando prestamos a nuestras necesidades la atención que merecen, traemos nuestro cielo a la tierra, porque estamos haciendo posible lo mejor para todos.
Jennifer Hoffman
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