http://astro-awakenings.co.uk/
Traducción: Gabriela Halblaub
Difusión: El Manantial del Caduceo en la Era del Ahora
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Nacido de un Lugar Sagrado
Neptuno retrógrado es muchas cosas: unidad con lo divino, volar a lo no real, la inmersión en el amor, el evitar a través de la auto decepción, y el reposo compasivo. Es ambos, nuestro retorno a la fuente sagrada, y todo lo que hacemos para evitar el terreno rígido que a veces debemos cruzar para llegar a ella. Neptuno ofrece una elección: abrazar lo divino o evitarnos a nosotros mismos. Simplemente no podemos hacer ambas cosas.
La curación ofrecida por Neptuno requiere fe, tan profunda que estamos dispuestos a renunciar a nuestra propia identidad, sí así lo debemos hacer. Para experimentar la paz profunda del amor incondicional de Neptuno, no podemos mantener una historia sobre quién hizo qué y cuándo, cómo debería ser nuestra vida en oposición a cómo es, o atravesar otra vez heridas pasadas, viejos triunfos o futuras imaginaciones. Neptuno no sabe nada, sino todo como si fuera uno. Cuando se vuelve retrógrado, provee como un fondo para los altibajos de la vida diaria, la oportunidad de dejar ir todo y sumergirnos en el flujo divino del amor, que emerge por siempre del corazón de la Fuente Sagrada. En este flujo no somos nada ni nadie, y aun así somos todo también, el para siempre y completo todo.
La “nada y el nadie” de Neptuno no es una víctima o un desvalido, sujeto a los caprichos de otros o a la tela compleja de la vida misma. Este “nadie” es todo, el gran vacío dentro y fuera, el espacio oscuro infinito entre los planetas que conocemos tan bien. Neptuno nos enseña que sólo al estar preparados para terminar es que realmente podemos empezar; que en el desfallecimiento de todo lo que creíamos ser está establecida la paz más profunda y más vibrante – la paz de ser nada y todo, una sabiduría mística de presencia y ausencia en un solo respiro y un solo momento de tiempo infinito. No nos podemos imaginar en este estado del ser, ni tampoco podemos hablar de él en forma efectiva. En el dominio de Neptuno las palabras ya no existen más, los conceptos fallan, el pensamiento es redundante, ustedes y yo desaparecemos. No conoce nada sino al universo infinito en su totalidad, y nos ve a todos como el espacio sin límites que realmente somos.
A medida que Neptuno retrograda a través de su propio signo de Piscis, nos ofrece la oportunidad de desaparecer cuando sea necesario, para retirarnos al mundo del espacio interno, así de oscuro e infinito como los cielos que están sobre nuestras cabezas. Pero tanto como añoramos la paz de Neptuno, podríamos encontrar profunda resistencia. Para saberlo debemos renunciar a todo lo que deseamos ser, junto a todo lo que añoramos dejar atrás, porque Neptuno no conoce de discriminaciones entre las ataduras placenteras o las dolorosas. Sólo ve atadura, la soledad que crea y la solución de liberar. No podemos elegir qué trascender; simplemente debemos dejar ir todo.
Neptuno raramente hace mucho ruido. Se sienta en silencio esperando, borrando gradualmente un poquito de nosotros aquí, una esquina allá, una punta filosa o una carga pesada. Cuando está retrógrado, su liberación nos lleva a lo más profundo, y nos pueden faltar las señales usuales de identidad y personalidad, rol y responsabilidad, que nos dice quiénes somos. Pero no hay razón para entrar en pánico, y no hay nada que temer. Estamos seguros, incluso si desaparecemos. De frente a las tragedias y triunfos de la vida, Neptuno nos ofrece dejar ir todo donde sea que elijamos. Al hacerlo nos conocemos, no como alguien que deja ir la identidad sino como el mero acto de dejar ir: la libertad de un pájaro en vuelo, del hielo que se derrite hacia el mar abierto, de la arena que se mueve en la brisa. Nacemos para siempre libres, salidos del espacio sagrado y de la gracia cósmica.