Traducción: Rosa García
Difusión: El Manantial del Caduceo en la Era del Ahora
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A menudo oigo decir a mis lectores, a mis clientes y alumnos que temen hacer cambios en sus vidas porque no quieren hacerle daño a alguien. Es algo que les preocupa enormemente y es lícito que así sea.
Aunque lo cierto es que, no importa lo que hagamos, no podemos hacer daño a los demás por dos razones: debido a su soberanía energética, que les otorga el control de su propia vida, y a que son dueños de su propio karma, de sus ciclos de alma y de las dinámicas que existen entre ambos como grupo álmico. Este tema es un tanto controvertido y no resulta fácil racionalizarlo porque el Universo no siempre es agradable, pero siempre es justo, y no hay bien ni mal: todo es un intercambio de energía.
Cualquier persona con quien compartimos cualquier tipo de interacción forma parte de nuestro grupo y, en cierto sentido, tiene algún karma con nosotros. Es importante recordarlo, porque si tenemos miedo de hacer daño a otra persona significa que se está manifestando entre los dos algún antiguo karma o asunto energético inconcluso. De alguna manera, nos sentimos responsables de sus sentimientos y de cómo responderán ante nuestras decisiones. Pero así sólo conseguiremos continuar en los mismos ciclos kármicos en lugar de permitir que se cierren.
Una de las razones por las cuales no podemos hacer daño a los demás es que son energéticamente soberanos. No importa lo que esté pasando entre ambos, ellos eligen estar en esa situación con nosotros para su propio sanación y crecimiento espiritual. Tanto si somos la víctima como el agresor, desde la perspectiva del alma entramos en situaciones de vida desafiantes con el claro propósito de sanar heridas del alma y de conseguir una realineación energética que nos permitirá despejar karma y energía densa de nuestro campo energético. Esto es cierto para todos y en toda situación.
Por lo tanto, si alguien aparece en nuestro camino y no hacemos lo que quiere (como cuidar de él, amarle o apoyarle), esa persona puede elegir entre sentirse dolida por lo que hemos elegido, o bien aceptarlo y decidir qué desea hacer ante esa situación. Si elige sentirse dolida, entonces probablemente estará repitiendo antiguos patrones kármicos. Nosotros tendremos que elegir si deseamos participar en esa dinámica o no, aunque en realidad estaremos eligiendo si queremos continuar actuando desde esos antiguos patrones kármicos con ella.
Otro motivo por el cual no podemos hacer daño a los demás es porque todos somos responsables de nuestras emociones. Nadie puede “hacer” sentir nada a nadie, todas las emociones son una elección y son la consecuencia de cómo procesamos la energía.
Por ejemplo, si decides ir a una universidad que está a mil millas de tu ciudad y no casarte con tu novia de educación secundaria, ahí hay una importante lección kármica que implica vivir tu vida a tu manera y no sacrificar tus sueños para satisfacer las expectativas de otros. Ella puede sentirse desolada por tu elección, y es probable que hayáis hecho algo parecido otras veces en el pasado. Si ella se queda embarazada para obligarte a quedarte con ella y casarte, eso dará lugar a otro ciclo kármico.
Hacernos responsables del dolor de otras personas es como darles un martillo y después sentirnos mal porque lo usan para golpearse con él en la cabeza: estaremos responsabilizándonos de sus actos y de que se hagan daño a sí mismos.
De hecho, somos responsables en un 50% de nuestro karma conjunto; a cada uno nos corresponde la mitad del karma. De manera que sólo podemos sanar nuestra mitad, nuestra parte, y el otro 50% le incumbe al otro. Nadie es responsable del 100% de ningún intercambio kármico.
Recuerda cómo funciona el espejo kármico: tenemos la ocasión de ver lo que hicimos en una vida desde la perspectiva contraria en la siguiente. Así, el pobre se vuelve rico, el abusador se convierte en víctima y el tirano en sirviente.
Debemos dejar de hacernos responsable de cosas que no nos pertenecen. El mayor regalo que podemos hacerle a alguien es reconocer su soberanía energética, demostrándole que valoramos enormemente su poder y sus opciones. Y también que no nos hacemos responsables de lo que elige ni de ser la causa de su tristeza.
Sé que este tema es difícil porque queremos que todos sean felices y, al mismo tiempo, sentirnos satisfechos al 100% de nuestras decisiones. Cuando no es así podemos pensar que estamos siendo malos, desconsiderados o que estamos haciendo daño a otra persona. Si realmente lo creemos así, ¿estamos dispuestos a cambiar nuestra elección para acomodarnos a ella y que se sienta mejor? Pero entonces, ¿quién sufre? ¿Y cuándo termina ese ciclo de sufrimiento? Porque se trata de una repetición de ciclos kármicos que ya hemos vivido antes. Si no accedemos a sentirnos responsables de las decisiones de los demás, entonces tampoco podemos permitir que nos culpen por su sufrimiento (ni podemos culparnos a nosotros mismos).
Lo cierto es que cada uno nos encontramos en nuestro camino individual de Ascensión. Es un viaje que nos lleva desde la sanación de ciclos kármicos hacia la totalidad de sentirnos energéticamente integrados: la congruencia de estar en nuestra energía divina mientras nuestra energía fluye en armonía.
Depende de cada uno de nosotros cómo alcanzamos el estado de divina congruencia, y nadie tiene el poder de detener nuestra Ascensión ni de bloquear nuestro crecimiento, a menos que nosotros se lo consintamos. Este conocimiento nos permite elegir lo mejor para nosotros sin miedo a crear más karma ni de hacer daño a nadie, ni a tener que cambiar nuestros planes para satisfacer las expectativas de los demás.
Brilla con fuerza y alinea tu energía con los resultados que sueñas: así crearás la alegría que deseas en tu vida.
Jennifer Hoffmann
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