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miércoles, octubre 13, 2021

Gregg Braden - El Código de Dios en nuestro ADN



The God Code in Our DNA... READ, REVEALED & TRANSLATED - GREGG BRADEN

video: https://youtu.be/orF6aPI0J24


El Código de Dios en Nuestro ADN… Leído, revelado y traducido – Gregg BradenEl Secreto de Nuestro Pasado – la Promesa de Nuestro Futuro

¿Qué significaría descubrir la prueba innegable, las verdaderas palabras de un mensaje antiguo codificado en el mismo ADN de la vida, en las células de nuestro cuerpo? ¿Es posible que por cientos y miles de años cada uno de nosotros hayallevado un mensaje desde el día de nuestro origen? Un mensaje que solo podría traducirsecuandoevolucionáramos al punto en que pudiéramos reconocerlo, leerlo, y actuar de acuerdo a él.



Si la respuesta es sí, tenemos que preguntarnos, ¿qué diría ese mensaje? En lugar de grabarlo en un pedazo de un rollo, o inscribirlo en la pared de un templo que se desgranaría en polvo por el tiempo, ¿qué pasaría si el mensaje del pasado se dejara dentro de la vida misma? ¿Qué pasa si el mensaje está dentro de nosotros? Perfectamente replicado dentro de los cincuenta billones de células de nuestros cuerpos. Almacenado en la biblioteca viviente de los seis mil millones o más personas en nuestro mundo. Ahora bien, esa sí es una manera de preservar un mensaje. De la sanación de nuestros cuerpos, de la paz de nuestro mundo, semejante mensaje universal diría que somos más; somos más que cualquier enfermedad que pudiéramos experimentar, somos más grandes que las diferencias que nos han separado en el pasado. El mensaje nos dice que somos familia, no importa en qué creemos o cómo vivimos, cuáles son nuestras religiones o linajes, o fronteras. Todos llevaríamos precisamente el mismo mensaje.

Si encontráramos un mensaje como ese, nos daría una razón para vernos de manera diferente. No necesitamos hacernos estas preguntas de “¿Qué tal si…?” porque esto es precisamente lo que ha sucedido. Hay un mensaje en nuestro ADN; ha sido revelado, leído, traducido, y siguiendo las instrucciones que nos han dejado en nuestras tradiciones más antiguas ahora podemos literalmente leer el código de la vida como las letras de los alfabetos antiguos. Y cuando lo hacemos, nuestro código genético se convierte en palabras, y las palabras se vuelven oraciones. Quienquiera sea responsable de que estemos aquí, puede que haya dejado algo oculto para nosotros, en lo profundo del misterio de nuestras vidas, hace mucho tiempo.

Puede que te sorprenda cuán poderosamente te puede afectar la claridad del mensaje que vas a oír, el mensaje que vive en cada célula de tu cuerpo. La experiencia emocional que acompaña la investigación de este tipo de información ha tenido un efecto tremendamente profundo y poderoso sobre mí, personalmente,

Siempre he creído que estamos aquí con propósito, que somos una especie intencional, que somos el producto de una creación intencional que empezó hace mucho tiempo, y aunque confieso que nunca entendí plenamente el cómo y el porqué de nuestra existencia, estoy convencido más allá de cualquier duda razonable. Al ver la complejidad de nuestra vida, la complejidad del ADN en nuestros cuerpos, sé que estamos aquí por designio.

Mi pensamiento en aquel momento era que si de hecho estamos aquí con propósito, tendría perfecto sentido que en algún punto de nuestro pasado quien o lo que sea responsable de que estemos aquí nos hubiera dejado una pista para decirnos que estamos aquí con propósito.

Mis primeros viajes en algunos de los lugares más remotos y antiguos, difíciles y prístinos que quedan en la faz de la tierra hoy, lugares donde los que estuvieron antes que nosotros han almacenado lo que ellos sabían en su época, para las personas que vivirían en su futuro, desde los templos en el desierto egipcio, pequeñas aldeas en las montañas de los Andes en Bolivia y Perú, en los antiguos monasterios de las tierras altas del Tíbet central y la meseta tibetana. Tuve la oportunidad de conocer a esa gente y leer sus registros y oír su historia. Tan interesante como era cada uno de estos sitios, ni uno de ellos me dijo lo que yo estaba buscando. Sin embargo todos ellos tenían una pista en común, y la pista simplemente me invitaba – probablemente puedas adivinarlo – a dejar de buscar estas respuestas en el mundo a mi alrededor: Nunca las encontrarás allí; busca las respuestas en tu interior. Y cuando yo vi estas pistas una y otra vez, y eran tan consistentes, durante períodos tan largos en tantas culturas diferentes, me pregunté ¿Es esto una señal de que tal vez estas pistas son literales? Si hay algo oculto dentro de nosotros que nos habla de nuestro pasado, ¿dónde buscaríamos para encontrar ese registro?

En el siglo XIX un historiador y arqueólogo aficionado, Heinrich Schliemann, hizo una pregunta, en su día, sobre un libro clásico, La Ilíada, de Homero, y las descripciones de una antigua ciudad, Troya: si las historias descriptas por Homero en la Ilíada eran metáforas de batallas entre las fuerzas de la luz y la oscuridad, el bien y el mal. Heinrich Schliemann miró estas pistas de modo un poco diferente. Dijo ¿qué pasa si estas fueran descripciones de una ciudad antigua que realmente existió, y de batallas que realmente ocurrieron? ¿Qué nos dirían sobre nosotros y nuestro pasado? ¿Qué pasaría si seguimos esas pistas como si fueran reales? Es precisamente lo que él hizo, se encontró en un montículo de tierra y empezó a excavar en un lugar donde nadie había excavado antes. Ningún arqueólogo había encontrado este lugar en el pasado. Lo que descubrió fueron ocho capas de civilización, ocho ciudades que nunca se habían visto antes. Bueno, al llegar al noveno nivel de la excavación, en 1873, excavó la ciudad, las calles, y los portones de la antigua ciudad de Troya y supo por primera vez que lo que Homero había escrito en la Ilíada no era ficción; era una descripción literal de nuestro pasado. Y todo lo que había hecho Heinrich Schliemann fue seguir las pistas.

¿Podría haber pasado lo mismo con nosotros? ¿Es posible que la respuesta a algunos de nuestros misterios más profundos, esas respuestas fueran tan abundantes que estuvieran todo a nuestro alrededor? Y simplemente no hubiéramos seguido las pistas que nos dejaron. ¿Qué pasaría si descubriéramos un mensaje retenido en las células de toda vida? ¿Qué significaría encontrar las palabras reales de un mensaje antiguo escrito en el ADN de cada célula de cada vida? Lo voy a hacer más específico. ¿Qué significaría para usted? Hágase esa pregunta. ¿Qué significaría para ustedes encontrar que dentro de cada célula de sus cuerpos, desde el momento en que nacieron, y en todos los que los precedieron, llevan una biblioteca completa de información, incluyendo las pistas para entender quién eres y de dónde vienes en el pasado? ¿Qué significaría descubrir que somos el producto de una especie intencional, que realmente tenemos ese mensaje en el cuerpo? ¿qué significaría eso para usted?

Vamos un paso más allá; si no sabemos lo que dice el mensaje, al menos sabemos que nos dice que estamos aquí con propósito. Ahora llevemos la pregunta un paso más allá. ¿Qué significaría descubrir que el mensaje dentro de las células incluye una firma? ¿Y qué pasaría si esa firma coincidiera con el nombre del creador que se encuentra en pergaminos de 2.200 años atrás? ¿Qué tal si la firma en nuestras células contiene el antiguo nombre de Dios?

Hay una ciencia muy antigua que subyace en el uso de los números que representan letras. Esta ciencia antigua – y es una ciencia – aplica los números para encontrar el significado más profundo en los textos. Se llama GEMATRÍA, Si estás familiarizado con la numerología, la numerología es un subconjunto que se deriva de esta ciencia de la gematría.

En el siglo II de nuestra era, un rabino Eliezer Ben R Jose realmente publica 32 reglas, reglas rabínicas, de cómo exactamente se usan estos números, reglas que se deben cumplir si vamos a considerar los números que van con los alfabetos.

Todos los alfabetos antiguos, incluso el inglés que es un alfabeto relativamente moderno, siempre han tenido números vinculados a las letras, ya sea que hablemos de cuneiforme, o sánscrito, o chino, arábigo, griego, copto, latín, inglés, hebreo antiguo, todos estos alfabetos tienen estos números misteriosos vinculados a las letras. Entonces si podemos descubrir cómo convertir el idioma en números, tenemos una manera de leer este código en nuestros cuerpos. Si podemos convertir el ADN de nuestras células en números, podemos hacer coincidir esos números con los números de los alfabetos antiguos, y literalmente podemos reemplazar todos los elementos de la vida con letras y leer el código de la vida como palabras y oraciones. Tal vez uno de los idiomas que mejor se presta para este proceso es el alfabeto del hebreo bíblico antiguo.

Fue el hebreo bíblico el que se convirtió en el primer lenguaje; las células de nuestro cuerpo, el mensaje de nuestras células, porque el hebreo, ni aun exagerando la imaginación es el lenguaje más antiguo conocido por la humanidad. Realmente hay muchos otros idiomas más antiguos, lo que hace al hebreo tan único, en primer lugar, es que es uno de los más antiguos de uso continuado hasta hoy. Es un lenguaje muy estable, que ha cambiado muy poco en los últimos 5.000 años. Y el tema que yo creo tan fascinante es que el lenguaje hebreo es la base de las tradiciones espirituales y religiosas de más de la mitad de la población mundial. El hebreo bíblico vincula las tres tradiciones, cristiana, hebrea y el islam, a través del profeta Abraham del Antiguo Testamento dentro de un texto común.

Si alguien quisiera encontrar el principio de la paz, y quisiera traducir un lenguaje dentro de nuestras células a un texto que fuera significativo para gran número de personas, para mí tiene tremendo sentido traducir ese lenguaje a las palabras que se relacionan con nuestras tradiciones espirituales en más de la mitad de la población mundial, y por esa razón elegí empezar este proyecto en el hebreo. Desde entonces, sabemos que el mensaje también se traduce en otros lenguajes también, tal como el arábigo antiguo. Y parece que las palabras en sánscrito también, aunque esa investigación no está completa del todo.

Cuando hablamos de textos hebreos y tradiciones hebreas, a mucha gente le viene a la mente la palabra cábala (Kabbalah) Una colección de sabiduría esotérica que está más o menos combinada en tres libros importantes. Uno de ellos es el antiguo libro del Zohar, llamado el Libro del Esplendor, se traduce literalmente como libro del esplendor. El segundo se llama el Midrash o Libro de la Iluminación. Siempre hubo un tercer libro, un libro misterioso, que muy, muy rara vez se ha traducido al inglés. Se cree que es tan místico, tal metáfora, que para muchos eruditos no valía la pena gastar tiempo en traducirlo. Decían: esto es demasiado simbólico, no podemos usar esto. Ese libro se llama Sefer Ietzirá. Literalmente se traduce como el Libro de la Creación. Ni siquiera sabemos de dónde procede el libro, sus orígenes no son claros. Los eruditos de la Torá creen que fue recibido originalmente o transcripto por Abraham, y si eso es verdad, tiene aproximadamente la misma antigüedad de los Vedas de la India, más de 4.000 años atrás. El libro en sí mismo es muy pequeño, solo unas mil líneas, y en esas mil líneas es como si un observador estuviera mirando el día en que Dios creó al Universo, el mundo, nuestros cuerpos, y estuviera registrando línea por línea lo que el observador veía a medida que tenía lugar la creación. Y empieza con el misterio y el poder de las letras, las 22 letras del alfabeto hebreo mismo.

Volvamos atrás y exploremos algunos de estos pasajes, explorémoslos por nosotros mismos, y veamos cómo podrían darnos las pistas que nos ayuden a traducir este mensaje dentro de nosotros. Otra vez, leemos un verso, el primer verso del primer capítulo, en el libro del Sefer Ietzirá, y esencialmente dice: Dios creó al universo con tres libros; eso dice el Sefer Ietzirá. Creo el universo con texto; la palabra es Sefer (sepher); él creó el universo con número, Sefar (sephar) y él creó al universo con comunicaciones, Sippur.

El texto sigue diciendo, en versículo 2, Capítulo 2, verso 2, que Dios creó este universo grabando las letras del alfabeto hebreo en el vacío, dentro del vacío, en la nada que existía antes de nuestro mundo. Grabó las letras, las talló, las permutó, las pesó, las transformó, y con ellas describió todo lo que se formó, todo lo que se formaría, todo lo que alguna vez se había formado. El texto sigue diciendo que Dios eligió tres letras del alfabeto y las puso en lo que se llamó su gran nombre. De modo que mientras yo investigaba el libro del código de Dios, llegué a este punto en el texto y tuve que preguntarme cuál era el nombre del Creador.

Hago una pregunta. Alguien se te acerca y dice ¿cuál es el nombre de Dios? ¿Cómo respondes a su pregunta? El misterio del nombre de Dios es un misterio persistente. Hubo un nombre que se consideró tan sagrado que realmente fue reemplazado en el texto antiguo 6.800 veces, y ese nombre se convirtió en el fundamento de toda una nación, que dijo que cuando el rey Salomón empezó a construir la nación de Israel, este nombre se inscribió en un pergamino y se colocó debajo de la piedra angular del templo. Hasta el día de hoy se encuentra en el Templo del Monte. Un nombre. ¿Cuál era ese nombre? ¿Cuál es el antiguo nombre de Dios? Hay un nombre que siempre se ha considerado tan sagrado; ese nombre es un nombre de cuatro letras al que se llama Tetragrammaton, que literalmente significa las cuatro letras del Nombre. En el lenguaje hebreo, que es un idioma que se escribe sin las vocales, un idioma de consonantes solamente, que se escribe de derecha a izquierda, como las letras hebreas YHVH (yod, je, vod, je) que representan las letras en inglés YHVH. De modo que si preguntamos cuál es este nombre que fue quitado 6.800 veces, es el nombre representado por esas cuatro letras, y h v h, al que se llama el nombre divino. La verdadera pronunciación, sin embargo, ha estado oculta durante edades, porque las vocales no se han registrado. En los rollos del Mar Muerto, por ejemplo, cuando se llega a un punto en algunos de los rollos más recientes, digamos de 2200 años atrás, en cada lugar donde se ve el nombre de Dios, está simplemente representado por cuatro puntos, ni siquiera escriben letras.

Yo estoy convencido, más allá de toda duda razonable, que este nombre, YHVH, pronunciado yahweh, es el nombre que estaba en esas tradiciones originales y es el nombre al que se refiere la Sefer Ietzirá, que sembró, o que fue el catalizador que puso en movimiento el impulso que inició toda la creación. Yahweh, YHVH, es el nombre completo, y esto es importante, porque en el texto hay una versión más breve que es simplemente Yah, YH. Durante el tiempo que yo escribía esta parte del libro, los eruditos estaban traduciendo los rollos del Mar Muerto, ellos hicieron un anuncio, dieron la información sobre los rollos que no se había publicado antes. Lo que hicieron fue tomar más de 3000 de esos fragmentos y los catalogaron por separado, los fotografiaron, y los publicaron como un libro, un solo libro. El titulo del libro es Descubrimientos en el Desierto de Judea, Qumram Cueva 4, fragmentos no identificados. Lo que me llamó la atención de este texto particular fue que de todos esos rollos y esos fragmentos, un trozo pequeño se destacaba de todos los demás. El fragmento número 66; en un solo pequeño fragmento de pergamino existía una palabra; no había otras letras alrededor, era la perfecta representación de las cuatro letras del antiguo nombre de Dios, YHVH, (yod je vod je), perfectamente preservadas, solas por sí mismas.

Entonces, si ahora vamos a asumir, continuando con nuestro misterio, que este es de hecho el nombre personal del creador de nuestro mundo, YHVH. La Sefer Ietzirá, en este capítulo 2, versículo 5, continúa una vez más, incluso más específicamente, dice que todo lo que se ha formado, todo lo que se ha dicho, emana de este nombre único. Entonces tenemos que preguntar si esto es una metáfora mística. ¿Son estas las instrucciones literales que describen los orígenes del universo y de la vida?

Así que según las reglas parciales de la Gematría, sabemos, número 1, los números y las letras son intercambiables. La segunda regla vuelve un poco locos a los científicos, porque la regla es que los números no tienen decimales. La tercera regla es que los números que son de igual valor tienen el mismo significado. Si quiero aplicar la gematría al lenguaje de la vida, a los elementos hidrógeno, nitrógeno, oxígeno y carbono, tengo que encontrar los números que los representan. Y para cada uno de ellos en la tabla periódica hay por lo menos 17 números diferentes que hacen único a cada elemento.

Lo que voy a decir ahora es – si estás tomando notas – que esta es la parte importante. Solo hay un número que coincide de forma única con los códigos de las letras hebreas, con los alfabetos antiguos, y ese número es una propiedad muy misteriosa, que llamamos masa atómica. Es una propiedad muy, muy mística, muy única, que no significa cuánto pesa algo, sino cuánto espacio ocupa. El número de la masa atómica, así de técnico como suena, es muy simple. El número de masa atómica que usamos para describir nuestros elementos es el número que vincula esos elementos con las letras del alfabeto antiguo.

Entonces, consideremos los elementos de la vida. Cuatro elementos que hacen que toda la vida sea lo que hoy es. Hidrógeno, nitrógeno, oxígeno y carbono. Si miramos la masa atómica, el número que lo representa, el hidrógeno es 1.00; el nitrógeno es 14.00; el oxígeno es 15,99; el carbono 12.00. Si tratamos esos números modernos tal como trataríamos los números antiguos, con la gematría los podemos reducir, no hay decimales, podemos sumarlos para que se conviertan en un solo dígito. De modo que el 1.00 del hidrógeno simplemente se convierte en un 1. El 14.00 del nitrógeno se convierte en un 5. El 15.99 del oxígeno se convierte en un 6. El 12.00 del carbono se convierte en un 3. Y ahora los elementos de la vida, hidrógeno, nitrógeno, oxígeno y carbono, se pueden representar con los antiguos números 1, 5, 6, y 3.

Ahora todo lo que hay que hacer es consultar las tablas de los alfabetos y hacer coincidir esos números, y podemos traducir el mensaje del código dentro de nuestras células. Los detalles precisos de cómo se hace esto los he descripto en el libro de El Código de Dios. Todo lo que hacemos ahora es hacer coincidir estos números, que hemos convertido de los elementos de la vida a las letras de los alfabetos antiguos y cuando hacemos eso, el elemento moderno hidrógeno se convierte en la letra hebrea Yad o Y. El elemento nitrógeno se convierte en la letra hebrea He, o H. El elemento oxígeno se convierte en la lera hebrea V, vav, el elemento carbono se convierte en G o guimmel, todo lo que hicimos fue tratar a los elementos modernos como lo haríamos con la gematría, y tratamos a las letras antiguas como lo haríamos con la ciencia. Estamos dando a ambas formas de conocer, la misma consideración.

En la presencia del mensaje en nuestras células, Dios eterno está en el cuerpo, nos convertimos en mejores personas, el fundamento mismo de un mundo mejor. De modo que de las muchas cosas que nos dice este mensaje en nosotros, desde mi perspectiva, una se destaca por encima de todas las otras. Además de todas las implicaciones interesantes y todas las conversaciones que podemos tener sobre la ciencia o la evolución, la filosofía y la religión, y la espiritualidad, por muy importantes que sean todas estas cosas, es que tenemos que encontrar una manera de volvernos más grandes que nuestras diferencias, tenemos que encontrar una manera de tener soluciones pacíficas a las cosas que nos han separado en el pasado. Este mensaje nos recuerda una única verdad inmutable, y esa verdad simplemente nos dice que más allá del judío, cristiano, musulmán, hindú, budista, sintoísta, nativo aborigen, blanco, negro, rojo, amarillo, mujer, niño u hombre, o cualquier otra manera en que nos definimos en el pasado, el mensaje nos recuerda que somos familia. Somos una familia, estamos aquí para cuidarnos unos a otros, nos necesitamos unos a otros, y en los momentos en que dudemos de eso no necesitamos mirar más lejos que al mensaje dentro de nosotros mismos, perfectamente replicado dentro de cada una de los 50 billones de células de las más de 6.000 millones de personas en nuestro mundo. Es un tributo a nuestro éxito como especie. Cada uno de nosotros lleva un registro perfecto, el mismo registro: Dios eterno, dentro del cuerpo. El mensaje que vive en cada uno de nosotros podría mover el poder de desencadenar el Código de Dios.
Transcripción y traducción: M. Cristina Cáffaro
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