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viernes, octubre 26, 2018

Jennifer Hoffman - Cambio, Elecciones, Control y Prioridades - 15 de Octubre 2018






Traducción: Rosa García
Difusión: El Manantial del Caduceo en la Era del Ahora
http://www.manantialcaduceo.com.ar/libros.htm
https://www.facebook.com/ManantialCaduceo

Debido al azote de los fuertes vientos y a las intensas lluvias que el huracán Michael ha estado provocando en mi región, he estado sin electricidad los últimos cinco días. La primera vez que se cortó esperé durante horas a que volviera y me fui a la cama a oscuras, pensando que volvería por la mañana. Cuando al día siguiente comprobé que no era así, comprendí que seguramente tardaría tiempo en volver y que tendría que cambiar mi ritmo de vida y mis rutinas para adaptarme a un cambio tan inoportuno. Así lo hice, y ahora que la electricidad ha vuelto, veo que ha sido una gran lección respecto a los cambios, las elecciones, el control y las prioridades.


Es curioso que, hasta que deja de funcionar, no nos damos cuenta de hasta qué punto dependemos de la electricidad. No tenía agua caliente, ni calefacción, ni teléfono, ni Internet, ni luz, ni tampoco podía cocinar. Cuando el sol se ponía la casa estaba a oscuras, así que tuve que sacar velas y linternas para poder moverme por ella. Pero no podía hacer mis actividades habituales porque todas requerían el uso de electricidad.

Los cambios nos obligan a hacer elecciones diferentes y a cambiar nuestras prioridades (sobre todo cuando se trata de cambios tan inesperados e inconvenientes como quedarse sin electricidad durante días). Éstas son algunas de mis reflexiones acerca del cambio de prioridades y de actividades que suelen acompañar cada cambio y que nos solemos tener en cuenta hasta que ocurre, y también algunas indicaciones acerca de cómo mantener cierto control en situaciones que no podemos controlar.

¿Sólo me está pasando a mí? Lo primero que hice fue comprobar si había luz en casa de mis vecinos, porque quería saber si sólo me estaba pasando a mí o nos estaba sucediendo a todos. Al atardecer comprobé que todas las casas de mi calle estaban a oscuras. Cuando vivimos un cambio inesperado lo primero que pensamos es si nos está ocurriendo sólo a nosotros. De alguna manera, nos consuela saber que no es así.

Tuve que planear estratégicamente en qué empleaba el tiempo durante el día. Hay cosas que no se pueden hacer de noche (ni siquiera a la luz de las velas, cuyo radio es muy pequeño). Tuve que planear mis actividades para hacer el mejor uso posible de las horas de luz y dejar otras cosas para la noche.

Me iba muy temprano a la cama. Lo único que podía hacer después de anochecer era leer, así que me iba la cama pronto y leía un rato con la linterna. Mi abuela solía decir que antes de que hubiera electricidad la gente se acostaba con las gallinas y se levantaba con el canto del gallo. También está llegando el frío, y la cama era el único lugar caliente de la casa.

Tuve que racionar con cuidado recursos como el teléfono o el ordenador. El teléfono móvil era mi único medio de comunicarme, pero pronto comprendí que la batería se agotaba enseguida y sólo podía cargarla arrancando en coche (lo cual llevaba mucho tiempo). Y la batería de mi ordenador duró sólo unas horas.

El tercer día encontré una biblioteca en la ciudad con las luces encendidas, de manera que fui allí a cargar el teléfono y enviar algunos correos. Muchos otros que tampoco tenían electricidad habían tenido la misma idea, así que conocí a personas muy agradables y tuve algunas conversaciones interesantes.

Tuve que ser creativa para encontrar soluciones a mis problemas. Mi horno es eléctrico, pero tengo un hornillo de gas fuera que a veces usaba durante el verano y lo utilicé para hacer café, para hacer comidas y bañarme. Por suerte, no llovió durante esos días, pero hacía frío cuando salía a hacer café por la mañana. Y tenía que preparar la cena antes del atardecer, o tendría que hacerlo a oscuras.

Para minimizar la pérdida de alimentos, cocinaba lo que se iba descongelando en la nevera. No pasé hambre, aunque resultaba incómodo cocinar fuera.

Podía elegir entre ducharme con agua fría o calentar agua en el hornillo para bañarme. Aunque resultaba mucho más complicado que abrir el grifo de agua caliente, me recordó los tiempos en que vivía de niña en Francia, en la casa antigua de mi abuela, y no teníamos agua caliente. El primer recuerdo que tengo de aquella casa es una cacerola inmensa hirviendo siempre en el fogón, porque esa era nuestra fuente de agua caliente

Hice cosas que había estado retrasando por falta de tiempo. Sin que Internet, el ordenador ni el teléfono me distrajeran, de pronto tenía tiempo para hacer muchas otras cosas. Así que pinté mi sala de estar y el pasillo del piso de arriba, colgué cuadros en las paredes, restauré una mesa y terminé algunos arreglos en la casa (todo ello a la luz del día, claro esta). Después escribía y usaba el ordenador por la noche, hasta que la batería se agotaba.

Vi infinidad de estrellas en el cielo. Como todo mi barrio estaba a oscuras, no había contaminación lumínica que impidiera ver las estrellas de noche. Pasaba tiempo fuera mirando el cielo y disfrutando de hermosas estrellas.

Había cosas que escapaban a mi control, por lo que tuve que cambiar mis prioridades. No tenía control alguno sobre cuándo volvería la electricidad, sobre el hecho de que la comida de la nevera se estropeaba poco a poco, sobre la oscuridad que reinaba mi casa al atardecer, mis aparatos electrónicos que no funcionaban, ni sobre la evidencia de que no podía seguir con mi rutina diaria.

Sabía que todo volvería a la normalidad en algún momento pero, mientras tanto, tuve que cambiar estratégicamente mis prioridades para poder organizar mi vida en función de las circunstancias. No habría servido de nada quedarse de brazos cruzados y esperar a que la luz volviera, sin organizar las comidas, comiendo patatas fritas a oscuras, en lugar de algo más sustancial y nutritivo. O sin buscar un sitio con electricidad donde poder cargar mi teléfono y mi ordenador.

A veces el cambio simplemente llega a nuestras vidas y tenemos que afrontarlo cambiando nuestras prioridades, usando lo que tenemos de la mejor manera posible, sin lamentarnos de lo que no tenemos, y planificando estratégicamente nuestras prioridades para poder lidiar con nuestras circunstancias.

No siempre podemos controlar lo que nos pasa, pero siempre podemos aprender a controlar nuestras vidas incluso en situaciones sobre las que no tenemos ningún control. No pasa nada si nos deprimimos un poco o tenemos miedo; al final tenemos que aceptar la situación, afrontar los hechos, hacer elecciones y actuar en base a ellas. Así nuestras vidas podrán seguir adelante hasta que el caos pase y se restablezca una situación más normal, más fácil y de energía más elevada.

Jennifer Hoffmann


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