Páginas

viernes, septiembre 20, 2013

Sincronicidades por Tom Kenyon

http://userserve-ak.last.fm/serve/_/15159117/Tom+Kenyon+Tom_Kenyon.jpg
www.tomkenyon.com

Traducción: M. Cristina Cáffaro

Puede que las hayas experimentado tú mismo – esas raras “coincidencias que de algún modo parecen ser más que mera coincidencia. Te dejan una extraña sensación, como si, tal vez, hubieras caído dentro de un episodio de Twilight Zone.

Llevo más de tres décadas observando y estudiando las sincronicidades. Me han intrigado y me han desafiado. Como otros muchos, he experimentado unas cuantas. Pero como psicoterapeuta, he encontrado muchas más, tal vez cientos, en mi consultorio y en los talleres.

Las sincronicidades son resultado de una conexión honda, profunda, entre la consciencia y nuestro mundo de la materia. Pero esta conexión desafía a nuestro sentido normal de lo lógico.

Entre mis veinte y treinta años, me perturbaba la naturaleza paradójica de las sincronicidades. Pero ya no creo que la lógica sea el dios inapelable que antes me parecía. Algunas cosas no son ni blancas ni negras, y nuestras ideas de cómo funciona el universo sólo son ideas.

Hace poco conocí en Suiza a un físico que me dio su visión de la ciencia y la percepción humana. Me encantó su analogía, de modo que la transmito. Dijo que somos como niños que observan a papá y mamá jugando a los naipes. Mientras juegan a la canasta, por observación calculamos algunas de las reglas. Sin embargo de repente cambian el juego, y empiezan un póquer. Han cambiado las reglas, y nosotros quedamos confundidos. La ciencia es el acto de observar el juego de naipes cósmico y tratar de entender las reglas. De acuerdo a él, no hay leyes cósmicas. Lo que parece una ley puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos cuando el jugador cambia de juego.

Mis encuentros con las sincronicidades han cambiado “el juego” para mí de formas muy reales. Yo había experimentado unas cuantas a mis veinte años, pero durante mi práctica como psicoterapeuta graduado desaparecieron. Yo estaba concentrado en ser un profesional, no tenía lugar para coincidencias extrañas. En esa época ni siquiera sabía que hubiera una palabra para nombrar a esos raros sucesos. Mientras desarrollaba mi práctica privada estaba muy satisfecho – bien, gracias -  con mi pequeña versión propia del “juego”. Tenía bien determinado mi nicho blanco y negro. Era un psicoterapeuta exitoso y tenía una lista de clientes en espera para verme.  Me sentía seguro, cómodo, en mi posición.  Aunque ocasionalmente todavía aparecían eventos sincrónicos, no sentía que amenazaran en absoluto a mi visión lógica del universo. Y entonces llegó ella.  Enviada por otro terapeuta, Sue (no es su verdadero nombre) venía a consultarme por una depresión y paranoia de larga data.

La Provocadora de Incendios

En su primera sesión, Sue me contó que a su alrededor solían iniciarse incendios inexplicablemente. Este inicio de fuegos insólitos era fuente de gran consternación para ella, y su presencia envarada se correspndía con una personalidad de tipo paranoide.

Como terapeuta basado en la lógica, asumí que ella simplemente se engañaba con esto del fuego, pero la alenté a seguir hablando. Parece que cuando tenía unos siete años, accidentalmente quemó la casa familiar hasta sus cimientos. Desde entonces tenía miedo del fuego, especialmente del que parecía inciarse en su cercanía sin causa aparente.

Ahora bien, yo solía tener una vela prendida en mi consultorio, símbolo y recordatorio de “la luz de la consciencia”, luz que yo me esforzaba por lograr para mis clientes así como para mí. Esta vela estaba sobre una carpeta encima de la chimenea. Mientras estábamos hablando, oí una extraña explosión en mi consultorio.  Al buscar, vi con horror que la vela había explotado y la cera en llamas corría por la carpeta. Sin poder creerlo, vi un río de cera ardiente cayendo sobre el piso de madera. Salté de mi silla y apagué el fuego.  Ella soltó un “¡Se lo dije!”

Le aseguré que esto era simplemente una coincidencia extraordinaria, y que estas cosas no suceden en la realidad. (Más tarde llegué a creer que no hay una sola realidad. Concuerdo con Chomsky en que sólo hay realidades perceptuales y que cada persona tiene la suya. Pero en aquel entonces estaba convencido de que había una realidad consensual que se podía usar como medida de todas las cosas). Armado con la cómoda justificación de mi percepción, le aseguré que yo podía ayudarla a librarse de la culpa por su incidente de la infancia así como de la ilusión de que ella era una provocadora involuntaria de incendios.

Programamos otra sesión para la semana siguiente.

Durante nuestra segunda sesión, mientras comentábamos los detalles del incendio de su infancia, oí el sonido de sirenas. Al asomarme a la ventana del consultorio, ví carros de bomberos frenando ante la casa del otro lado de la calle. ¡Se había prendido fuego!

Le aseguré a mi desesperada clienta que, aunque admitía que esto era una coincidencia muy, muy bizarra, no era más que una coincidencia. No estaba y no podía estar conectada lógicamente con su relato del incidente de su infancia, aun cuando el incidente implicaba haber quemado la casa familiar.  Le mostré cómo llevar un diario con su niña interior cargada de culpa, y le pedí que trajera el diario cuando nos volviéramos a encontrar. Programamos para la semana siguiente.

Durante esos días traté de convencerme de que mi plan terapéutico para esta clienta era el curso de acción correcto. La mayor parte de las teorías terapéuticas estaban de mi lado. El trabajo terapéutico era claro: hacerla revivir ese evento suprimido de la infancia y hablar de ello, desenvolver su energía atrapada en la psiquis, tratar de traer a la mente conciente la agitación que estaba retenida en el subconciente. Al hacerlo, se purgaría la culpa. También continuaría desensibilizándola con respecto al fuego, prendiendo otra vela y demostrándole así que yo confiaba en mi afirmación de que eso de provocar incendios era sólo una falsa ilusión.

Cuando llegó nuestra tercera sesión, yo estaba un poco nervioso. Prendí la vela y me senté en mi sillón. Empezamos a hablar de sus sentimientos sobre su infancia y sobre nuestros dos encuentros recientes. La conversación era muy emotiva de su parte y juntos pudimos tocar sentimientos muy profundos. Sentí que había llegado el momento terapéutico y la conduje a un ligero estado hipnótico con objeto de revivir el incidente de la infancia.

La sesión llegaba a su fin. No habían surgido fuegos en mi consultorio ni al otro lado de la calle. Estaba por anunciarle esto, victorioso, cuando – y juro que es verdad – una camioneta nueva se incendió justo frente a mi consultorio. Había venido a parar cerca de la intersección donde estaba mi consultorio y ¡estalló en llamas!

Tartamudeando palabras de consuelo para ella, observé débilmente que el fuego se había mudado un poco más lejos de nosotros, lo que tal vez indicaba que estábamos progresando.

Acordamos otra sesión. La próxima vez, una clienta muy nerviosa llegó al consultorio de un terapeuta muy nervioso. Pero nada sucedió. Y no volvió a suceder nada. Su trabajo de esas cuatro semanas transformaron el estigma de su infancia,  y el extraño fenómeno de tipo poltergeist a su alrededor había llegado a su fin.

Nuestro trabajo conjunto había tenido éxito, pero yo me sentía incómodo. Mi cerebro lógico me dolía por tratar de entender este encuentro. ¿Sería posible que una consciencia humana realmente creara algo como incendios espontáneos? Me dije que tales cosas no eran reales, sólo eran coincidencias bizarras.

A pesar de mis intentos de auto-consuelo, la sensación incómoda no se iba.  Mi entrenamiento profesional nunca había siquiera sugerido que tales cosas pudieran ocurrir en el proceso terapéutico. Sencillamente yo no tenía un marco conceptual para eventos tan raros.

Durante el año siguiente, seguí recibiendo clientes enviados por sus extraños dilemas psicológicos. El trabajo terapéutico a menudo requería entrar en el terreno transpersonal. Por ejemplo: a veces la resolución de un problema psicológico actual se remontaba a una “aparente” vida pasada. Digo “aparente” porque no hay forma de verificar científicamente si una experiencia es de una vida pasada auténtica o es una metáfora creada por la mente subconciente. He descubierto, de todos modos, que determinar la autenticidad de un recuerdo de una vida pasada no es lo importante, sino que cambie la conducta psicológica en el presente. Como solía decir mi abuela, la prueba está en el budín, pero – volviendo a mi consultorio: las coincidencias raras brotaban de todas partes como hongos en primavera.

Entonces experimenté algo que realmente me partió la cabeza.

El Lagarto Interior

Por algún tiempo yo había tenido sueños en los que me emboscaban. Un lagarto gigante con un arma Uzi automática me esperaba entre los arbustos para asesinarme cuando me iba de casa. Este sueño se repetía casi todas las noches durante semanas. El sueño era tan vívido y perturbador, que empecé a llevar un diario de sueños y a dialogar con mi reptil asesino. No voy a entrar en detalles aquí, ya que no tienen relación directa con este artículo, pero como bien se imaginarán, esto involucraba gran cantidad de energía.

Una noche, estaba yo dialogando con la figura onírica de mi diario desde hacía largo rato, y recuerdo bien que para mí era un momento altamente emocional. Había puesto el nombre Liz a mi supuesto asesino ya que, al fin y al cabo, era un lagarto (N-T. “lizard” en inglés: lagarto).

Sonó el teléfono. Recuerdo haber mirado el reloj: eran casi las tres de la mañana. Caminé hacia la cocina y levanté el tubo.  Oí una voz del otro lado, suficientemente clara a pesar de que había mucha estática en la línea.

 “¿Está allí  Liz?” preguntó.

 “Sí,” contesté,”¡y desearía que se fuera!”

Colgué el tubo y mi mente entró en caos. Quiero decir: ¿cuántas posibilidades hay de que algún desconocido se equivoque al marcar un número buscando a alguien llamado Liz, justo cuando yo dialogaba con una figura onírica llamada Liz?

Un día descubrí los trabajos del psiquiatra suizo Carl Jung. De repente, tuve un marco de referencia para estos extraños, bizarros encuentros. En sus libros, Jung describió laboriosamente lo que yo había estado experimentando. Hasta tenía una palabra para eso - las sincronicidades eran señales de que algo poderoso se movía en lo profundo del inconciente. Cuando este movimiento era suficientemente fuerte, afectaba al entorno externo.

El Dr. Jung remontaba su teoría de la sincronicidad a una experiencia muy extraña que había tenido con un paciente. En ese momento el paciente estaba describiendo un sueño vívido y profundo sobre un abejorro.

Fue en medio del invierno, la nieve se amontonaba afuera. De pronto, el Dr. Jung y su paciente oyeron un golpeteo en la ventana con costras de hielo. Al buscar la fuente del sonido, ¡resultó ser un abejorro!

La posibilidad de que ocurra algo así conturba la mente.  Las probabilidades en contra de un suceso así son asombrosas. ¿Cómo podía un abejorro andar volando en lo más crudo del invierno, golpeteando continuamente contra la ventana de una sala donde un paciente describía un sueño sobre un abejorro?

Yo estaba encantado.  Carl Jung se transformó en mi compañero constante. Leí todo lo que encontré de él. Y entonces sucedió algo muy extraño. Cuanto más atención le prestaba a las sincronicidades, más a menudo parecían ocurrir.

Las sincronicidades siempre traen una sensación rara. Sospecho que se debe a una alineación repentina entre nuestra experiencia interna y el mundo exterior. Por un momento nuestros dos mundos,  interno y externo, parecen conectarse exquisitamente.

A veces las sincronicidades pueden ser graciosas. En un taller en la isla grande de Hawaii, un joven (llamémoslo Joe) se encontró cara a cara con el poder de los eventos sincrónicos de una forma muy divertida.

Tortuga

Este era su primer viaje a Hawaii, y Joe se había enamorado del buceo. Se ponía sus avíos de buceo y se metía en el agua cerca del hotel cada vez que podía.  Sucedió que el agua estaba llena de tortugas marinas durante todo el tiempo que duró el taller. Sé esto porque yo también amo el buceo,  y las visitaba tanto como podía. A algunos les gusta nadar con los delfines. Yo prefiero las tortugas. Al menos puedo seguirles el ritmo. Nadar cerca de una tortuga marina centenaria es una experiencia asombrosa. Recuerdo nadar cerca de una hora con una de ellas. Su cara se parecía al Yoda de La Guerra de Las Galaxias, y cuando me miraba yo me sentía como si tuviera cuatro años y el mundo se hubiera transformado otra vez en un lugar de magia y maravilla.

El último día del taller, Joe salió para su última experiencia de buceo de ese viaje. Para su consternación, todas las tortugas se habían ido, no había ni rastros de ellas. Recordó, sin embargo, nuestro trabajo sobre manifestación, y se puso a practicarlo.

El Secreto de la Manifestación

En el taller habíamos estado explorando los efectos de la emoción, especialmente en relación con la manifestación. Como parte de esta exploración, habíamos hecho un ejercicio en el que magnificábamos el sentimiento que deseábamos traer a expresarse en nuestras vidas. La clave era ser tan específico como fuera posible y sentir las emociones de tener nuestro resultado deseado tan intensamente como pudiéramos.

Las dos juntas (especificidad y emoción) son aliadas poderosos en el proceso de la manifestación:  M = E + E.

La clave es ser tan específico como sea posible, imaginando cada detalle en la mente tan claramente como se pueda. Luego ... generar  emociones positivas con respecto a la visión específica. Sentir que uno ya tiene lo que desea y, muy importante,  ¡sentir agradecimiento por tenerlo ya!  El siguiente paso es dejar que se vaya la visión y también los sentimientos. Has configurado un electroimán que atraerá hacia ti las situaciones que te ayudarán a crear tu visión.  Pero tienes que dejar que ese imán mental se vaya, por así decir. Soltar el deseo y disponerse a recibir la sorpresa. Luego hacer lo que realmente sientes que se requiere para traer el deseo a la manifestación.  Generalmente, el sólo imaginarlo no funciona. Tienes que hacer algo real.  Pero en general descubrirás que el “imán mental” que creaste hará que la manifestación ocurra más rápido y con menos esfuerzo.

Sin embargo, aquí va una advertencia.  Ten cuidado con lo que eliges crear, asegúrate que no dañe a nadie, incluyéndote a ti.

Pero volvamos a Joe y a las tortugas ausentes.

Mientras flotaba en el agua, cerró los ojos y recordó lo que sentía al nadar con sus viejas amigas. Me dijo que lo sintió tan intensamente, que en cierto punto no podía distinguir si era real o imaginario. Recordó llamar a las tortugas desde su corazón y seguir flotando un rato. Entonces abrió los ojos para nadar de regreso a la playa del hotel. Para su deleite y asombro, las tortugas habían regresado!  Nadaban todas a su alrededor. Dichoso, Joe nadó con sus nuevas amigas tanto tiempo como disponía.

Este evento sincrónico fue realmente extraordinario para Joe, pero tuvo un agregado fascinante después.

Joe regresó a su habitación, empacó sus valijas para dejar el hotel y viajar de vuelta al continente.

Cuando estaba registrando su salida, se dio vuelta y encontró a un amigo de la infancia con quien había perdido todo contacto. Habían sido mejores amigos, y la reunión fue un  momento grandioso.

Qué interesante: el sobrenombre de su amigo era Tortuga!

Las Sincronicidades y la Muerte

A lo largo de los años he notado que a menudo ocurren sincronicidades ante la muerte o pasajes psicológicos que para la persona son parecidos a una muerte.

Experimenté una sincronicidad muy extraña de este tipo cuando murió mi madre. Yo había recibido una llamada telefónica de la enfermera tarde en la noche, diciendo que mi madre estaba entrando en su proceso de muerte. Conduje el auto durante 5 horas para llegar a casa de mis padres bastante después del mediodía.

Cuando llegué a la casa, mi padre y mi hermano estaban mirando TV. Yo fui a la habitación donde estaba mi madre.

La enfermera que la atendía dejó la habitación por un momento.

Mamá estaba apenas conciente pero me reconoció. Me pidió que le consiguiera algo de la tienda, cosa que me pareció rara, pero fui a buscar lo que ella quería.

Al regresar, mi padre y mi hermano aún miraban televisión. Ambos tenían miedo a la muerte y su negación los había llevado al living a ver TV en lugar de estar con mi madre en sus últimos momentos. Hice una pausa para ver qué estaban viendo. El show de televisión había dado paso a una comedia. En el modo usual de la TV diurna cursi, los personajes principales se encontraban en una sala de hospital con un pariente que estaba – adivinen qué – muriéndose!

Entré al dormitorio y encontré que mi mamá acababa de morir. Por un rato me sentí mal por estar afuera cuando ella falleció, pero luego descubrí que estos eventos son típicos. A menudo la persona a punto de morir prefiere que las personas significativas para ella estén fuera de la habitación.

El Gato de Schrödinger y la Incertidumbre Cuántica

Cuando tenía unos cuatro años, mis padres me regalaron un Jack-en-la-Caja para Navidad. (N.T.: caja de música con un muñeco que salta afuera por sorpresa). Me encantó. Me sentaba durante horas dando cuerda mientras la cajita de música tocaba “Pop Goes the Weasel”.  Con la nota final, se abría la caja y saltaba Jack con su pequeño sombrero de payaso.

Elegí el título de este artículo en honor de aquella pequeña caja. Creo que las sincronicidades se le parecen mucho.  Tal vez sean una cruza del Jack-en-la-Caja y el Gato de Schrödinger.

 Quienes no son aficionados a la física cuántica tal vez no reconozcan al amigo felino de Schrödinger.  El gato no era real, sólo era una fantasía de la imaginación de Schrödinger. En esa época estaba luchando con una de las muchas rarezas de la teoría cuántica: la incertidumbre. El problema de la mecánica cuántica es que nunca se puede predecir con certeza. Sólo hay probabilidades de que algo suceda o no. De hecho, esto incomodaba tanto a Einstein que llegó a exclamar: “¡Dios no juega a los dados!”

En su intento de explicar lo inexplicable, Schrödinger recurrió a una caja imaginaria. En la física cuántica muchas cosas son imaginadas, ya que no hay forma de ver algo tan pequeñito.

De todos modos, imaginen que hay un gato en una caja sellada. Se libera dentro dela caja una píldora venenosa. Según el modelo cuántico, no se puede predecir si el gato se encontrará muerto o vivo. Sólo cuando se abra la caja y se mire en el interior, todas las probabilidades colapsarán en una sola realidad – un gato muerto o un gato vivo.

No sé porqué Schrödinger eligió un ejemplo de vida y muerte. ¿Porqué no puso un juguete para gatos y miró si el gato estaba jugando con él o no?  Nadie le hizo esa pregunta, que yo sepa, de modo que supongo que nunca lo sabremos.

Pero ahora que estamos en este tema, ustedes ven que la mente de Schrodinger, así como la de ustedes y la mía, es una especie de caja de Schrodinger de por sí.  Quiero decir, probablemente había alrededor de 100 posibilidades dando vueltas en su subconciente. Un gato en una caja; un perro en una caja, o tal vez una tortuga en una caja! Tal vez el experimento podría haber sido comprobar si el pequeño estaba dormido o despierto. Tanto mejor, creo, que mirar si estaba muerto o vivo.

De todos modos, el pensamiento se parece mucho a eso. ¡No se puede predecir qué saldrá de tu mente hasta que salta afuera!  ¿Lo han notado en su propia mente? Los pensamientos pueden ser muy sorprendentes, y en parte se debe, sin duda, al hecho de que el pensamiento mismo es un evento cuántico.

Ahora bien: los eventos cuánticos son cosas muy pequeñitas, realmente. De hecho, una cosa debe ser más pequeña que una milésima de pulgada para regirse por las leyes de la mecánica cuántica.

Los objetos tan pequeños, como las partículas atómicas y demás, tienen tan poca masa (peso) que no los afecta la fuerza de gravedad como a los objetos mayores que una milésima de pulgada.

Ahora bien: un rápida mirada a la neurofisiología nos muestra que nuestros neurotransmisores así como los neuropéptidos entran bien dentro del rango cuántico. Estas criaturas moleculares son responsables por nuestros pensamientos y sentimientos así como una gran cantidad de otras funciones biológicas.  Adivinen qué – no se puede predecir lo que harán. Sólo se puede arriesgar a adivinar.

Hay infinitas posibilidades en cuanto a dónde va un pensamiento. Pero sólo cuando salta afuera a nuestra conciencia es que podemos decir con certeza a qué dirección apunta. Hasta entonces, todo está en juego. No hay certeza.

Ahora volvamos a la teoría de las sincronicidades y al Jack-en-la-Caja. Uno da cuerda y más cuerda, y de pronto Jack salta afuera.

Admito que es una metáfora rara, decir que nuestra psiquis es como una cajita de música, pero hay algunos paralelismos. Cuando algo empieza a dar vueltas en nuestra psiquis, algo que carga un montón de energía emocional, creo que pueden suceder cosas interesantes. Creo que es como dar cuerda a la caja. Si damos suficiente cuerda (acumulamos energía), algo salta afuera.  Ahora bien, este “algo” puede tomar muchas formas. A veces es familiar, otras veces es una sorpresa.

Por ejemplo, si estamos enojados, podríamos gritar, o golpear alguna cosa, o podríamos guardarlo adentro.  Pero esta energía tiene que ir a algún lado. La energía no puede destruirse. Simplemente cambia de forma.

Si nuestra energía mental/emocional es suficientemente fuerte, puede afectar nuestro entorno exterior. Creo que esto es lo que sucede en las sincronicidades.

Cuando a mis veinte años yo estaba muy encaminado en mi sendero espiritual, me había convertido en un vegetariano estricto. Fui a un restaurante con algunos amigos y ordené una ensalada vegana “espiritualmente iluminada” y agua con limón.

El problema es que yo tenía un déficit de proteínas. Recuerdo que en mi mente, cambiaba el pedido a medida que la mesera iba hacia la cocina.  De hecho, oí una voz gritando dentro de mi cabeza: “No hagas caso de este vegetariano tonto!  Quiero una hamburguesa con queso y papas fritas.”  Pero no dije nada en voz alta.

Cuando la chica regresó con nuestros pedidos, puso delante de mí una hamburguesa con papas fritas. Mis amigos estaban indignados. Recordaban muy bien que yo había pedido la ensalada vegana.

La mesera sacudió la cabeza sin poder creerlo.  “Hubiera jurado que Ud. había pedido hamburguesa con queso,” dijo.

 “Está bien,” dije. Me comí la hamburguesa y fue la mejor maldita cosa que había comido en meses.

Esto es un extraño ejemplo de sincronicidad, pero tiene todos los elementos necesarios. Hubo una gran energía mental/emocional “acumulada” en mi psiquis. De algún modo la chica había “sintonizado” mi verdadero deseo, que yo había estado ocultando a mis amigos y a mí mismo.  Cuando volvió con nuestros pedidos, Jack saltó fuera de la caja, y ella puso frente a mí el objeto de mi deseo.  ¡Pues he allí la mecánica cuántica en acción!

Sospecho que todos vamos creando sincronicidades a nuestro alrededor, ya sea que nos demos cuenta o no.

Mi razón para escribir este artículo es que creo que todos estaremos experimentando más sincronicidad en el futuro, tanto en forma individual como colectiva. Creo que sería de ayuda el reconocer que las sincronicidades son una función de la consciencia misma. Viven en el submundo donde la mente se encuentra con la materia, y son un indicador de los poderes que llevamos en nosotros.

Creo que el desafío es cómo interpretar adecuadamente las sincronicidades.

Significado y Falsa Ilusión

Todo esto me lleva a otra observación acerca de las sincronicidades. No necesariamente significan lo que nosotros creemos. Son simplemente eventos paralelos. Algo ha pasado en el mundo externo que está en paralelo con nuestro mundo interno. Son una signatura, una señal de que algo se ha movido en lo profundo dentro de la psiquis.

Conocí a alguien que entendió mal una sincronicidad y acabó abandonada en el medio de un desierto.  Ella estaba muy interesada en los OVNIs en esa época y anhelaba ser llevada por la “nave madre”. Durante semanas había estado teniendo fantasías de salir al desierto donde la vendrían a buscar. Creo que justo se había estrenado Encuentros Cercanos y tal vez eso había dado impulso a sus fantasías. Una noche, mientras enviaba sus fervientes oraciones hacia el “hogar en las Pléyades”, una estrella fugaz cruzó el cielo.  Ella “supo” que esta era una comunicación de sus hermanas y  hermanos galácticos. Venían a buscarla.

Algunos podrán decir que su experiencia fue una señal, pero para mí, las señales aparecen por sí solas sin correspondencia mental. En otras palabras, ella estaba enviando una oración ferviente al universo cuando el meteoro hizo su trayecto en el cielo. El meteoro apareció al mismo tiempo que su actividad mental. Esto lo hacía una sincronicidad.

Renunció a su trabajo y vendió sus cosas. Conservó sólo alguna ropa y su Ford Pinto. Condujo desde Carolina del Norte hasta el desierto de Nuevo México y esperó el encuentro.

Pero la nave madre nunca apareció. Creo que esperó durante algunas semanas, hasta que se le acabó la comida, el agua y el dinero. Volvió a casa en bancarrota, sin trabajo, y sus amigos pensaban que había perdido el juicio.

Ella había interpretado mal la sincronicidad. No significaba lo que ella creía. Y creo que ahí está el peligro de estas extrañas criaturas de nuestra mente. Justamente porque tienen esta “cualidad de otro mundo” y se sienten tan intensamente,  es mejor no sacar conclusiones demasiado rápidas respecto a su significado.

Todo esto se hace aún más complejo, sin embargo, por el hecho de que a veces las sincronicidades son verdaderos mensajes de nuestro ser profundo. En  tales casos son como el dedo del destino, y mucho depende de que si le hacemos caso o no – pero no siempre.

El Estafador

Hace varios años, un facilitador en crecimiento personal muy conocido me había contratado como co-entrenador. Era un individuo talentoso que transformaba muchas vidas, pero también era una artista del engaño. Cuanto más conocía sus actividades, más claro lo veía.

En uno de los entrenamientos habían venido unas noventa personas de todo el mundo a estudiar con él.  Les había vendido este curso ofreciendo hablar de los patrones de sonido para el cerebro.  Él declaraba haber descubierto los tonos precisos que estimulaban áreas específicas del cerebro. La mitad de la audiencia consistía de personas no conocedoras, pero la otra parte estaba compuesta de terapeutas profesionales. Para mí era magnífico enseñar a un grupo de personas tan motivadas y lo estaba disfrutando inmensamente.

Entonces empezaron a suceder algunas cosas extrañas, como siempre pasaban con este maestro. Yo había experimentado esta “falta de integridad” a su alrededor y con su personal antes, pero siempre había podido dejar de lado esos incidentes.

Sin embargo, esta vez fue demasiado. Una noche una neurofisióloga invitada dio una conferencia para el grupo. Era una mujer extraordinaria con una profundidad de conocimiento y sabiduría inspiradores. Yo estaba en la sala audiovisual cuando ella llegó y entregó un video a uno de los técnicos. Ella dejó muy en claro que no debía copiarse ese video. Era un registro de su último trabajo sobre energía sutil y ella quería protegerlo.

Tan pronto como se fue de la sala, el técnico insertó un video virgen en la grabadora y empezó a hacer una copia de alta velocidad del video que ella acababa de entregar. “JD (iniciales del facilitador) va estar encantado de tener esto!”

Yo me acerqué y paré la grabadora. “No”, le dije. La acción me sorprendió a mí mismo porque normalente yo no interferiría en una situación así.

Después de la conferencia, yo estaba preparándome para volver a mi habitación para esa noche. JD me paró y me preguntó si podía ir a su casa esa noche. “Para qué?” le pregunté inocentemente.

 “Me gustaría que me ayudaras a entender qué partes del cerebro corresponden a estos sonidos!”

Me negué. Pasé toda esa noche en torbellino intelectual. Me sentía responsable por noventa personas que habían venido a estudiar con nosotros. No, me dije, yo sólo era miembro del personal. La responsabilidad era de JD, no mía. Además me pagaba realmente bien. Mejor cerraba la boca y seguía con el entrenamiento lo mejor que pudiera.

Ahora que lo recuerdo, mis dificultades con JD habían estado acumulándose por varios meses. Con cada entrenamiento en que participaba se revelaban nuevas áreas de deshonestidad, y yo me acercaba a una crisis – uno de esos puntos decisivos que determinan el próximo curso de la vida de uno.

La sincronicidad ocurrió el día siguiente. JD decidió hacer un Renacimiento grupal en agua fría que, en mi humilde opinión, era una locura. Pero a JD  le gustaba llevar a las personas a sus límites.

El Renacimiento es un proceso de respiración circular que puede ser bastante transformador e iluminador si se hace bien. Si no se hace adecuadamente, puede dañar.  Ahora bien, es típico hacer el Renacimiento primero en tierra. Luego de acostumbrarse al proceso de respiración y a los intensos fenómenos que lo acompañan, uno puede hacerlo en agua tibia. En algunos casos alguna persona podría ser llevada al agua tibia en primer lugar. Pero un Renacimiento en agua fría es una experiencia muy intensa. Creo que sólo una persona de todo el grupo había hecho Renacimiento antes. De todo el personal, yo era el único Renacedor certificado. Ni siquiera JD había tenido mucha experiencia en eso.  Entre el personal, sólo dos personas habían pasado por el Renacimiento, y ellos sólo una o dos veces.

La piscina del hotel estaba llena hasta el borde con noventa personas en traje de baño. Uno sostenía la cabeza del que iba a renacer, que entonces se dejaba flotar como una boya. Era un día muy nublado con temperatura baja que tornaba el agua aún más fría. Yo estaba preocupado, pero me dije que JD estaba a cargo.  Seguí con el programa.

Mientras miraba ese mar de cuerpos tratando de soportar una experiencia planeada inadecuadamente, pensé para mis adentros que eso era cosa de lunáticos.

Mi incomodidad ante esa falta de seguridad afloró a la superficie otra vez. Pero me recordé que yo sólo estaba en el equipo y no era el responsable, sino JD.

Sentí la presencia de alguien a mi lado. Era una mujer de más de cincuenta años con un rostro que lucía preocupado. Me dijo que tenía miedo de lo que estaba sucediendo, pero  “si Tom Kenyon está involucrado, sé que estará bien.”

Lo oportuno del comentario me dejó estupefacto. Supe que tendría que tendría que alejarme de mi mentor. Ese fue el último entrenamiento en que participé.

Nunca olvidaré la sincronicidad de ese momento. Como tocada por un rayo se eliminó mi ambivalencia y eventualmente eso me llevó a mi propio trabajo en lugar de co-facilitar el de otro.

Pensamientos Finales

Entonces  ¿qué sacamos de todo esto?

¿Cómo hemos de manejarnos con las sincronicidades cuando surgen, y cómo diablos podemos entender qué significan?

Bueno, para los principiantes, el significado es relativo al que lo percibe. Nuestros cerebros están interpretando sucesos todo el tiempo, creando significados aun cuando no los hay. Es lo que los cerebros hacen, al menos la parte pensante.

Habiendo enfrentado las sincronicidades por muchos años, creo que no necesariamente tienen significado. Si lo hay, proviene de cómo las interpretamos.

He llegado a tratarlas más bien como signos de exclamación. Son una señal de que algo grande está ocurriendo en el inconciente. Entonces he optado por volcar mi atención hacia adentro cuando me encuentro con una sincronicidad. Busco “qué se está moviendo” en mi propia psiquis. Personalmente considero  que este tipo de cuestionamiento da muchos más recursos que tratar de entender qué significa la sincronicidad misma.

Las sincronicidades se parecen un poco a los ornitorrincos que juegan en las aguas de Australia. Estos lindos marsupiales mezclan dos especies bien distintas. Tienen colas chatas como los castores y tienen piel. Tienen sangre caliente como los mamíferos pero ponen huevos como los reptiles. Extraños, raros, son el resultado de unir dos mundos biológicos diversos: reptiles y mamíferos

Las sincronicidades también resultan de la unión de dos mundos – nuestro mundo del pensamiento y del sentimiento mezclándose con el mundo de los eventos externos.

A medida que entramos en el siglo veintiuno, los campos de la física cuántica, la biología y la psicología nos revelan un considerable terreno interior. Se está descubriendo que nuestra psicología refleja nuestra biología y la incertidumbre cuántica de nuestras raíces sub-atómicas.

Nuestras mentes, nuestros pensamientos y sentimientos, están todos hechos de polvo de estrellas. No es que me dio por la poesía. La miríada de partículas sub-atómicas que se arremolinan con gran incertidumbre en la sopa cuántica del universo ha nacido de un feroz comienzo que apenas podemos imaginar.

La mente y la materia se han forjado juntas en la fundición del cosmos, en formas que recién ahora empezamos a comprender. Para quienes desean lograr comprensión de los misterios de la mente y la materia, las sincronicidades son como oro. Lo que hagas con él, es lo que haces con él. Pero es oro de todos modos.


© 2011 Tom Kenyon. Reservados todos los derechos www.tomkenyon.com
Puedes copiar este mensaje y distribuirlo por cualquier medio que desees con la condición de no cambiar nada, dar crédito al autor, e incluir este aviso de copyright y dirección de página web.